Y he bajado a por melocotones al eroski que tenía antojo, cayendo en la trampa de las bolsas rojas de 0,10 (rojo sangre, por la clavada). De camino al portal, me he encontrado con el vecino rarito, gordo y enano del vecindario que iba con un amigo alto y fofo de alopecia galopante que me ha preguntado: "Nena, te llevo el peso?" así que he subido a casa corriendo como si me fuesen a violar, hiperventilando y en medio de un ataque de ansiedad. Pero nada. A tomar por culo el derrotismo y la autocompasión. He caído en la cuenta que tanto desprecio me produce mi propia debilidad como la compasión de los demás. No tengo transcrita una vida pasada complicada para estar columpiándome en la maldita, y odio repetir tanto la palabra, AUTOCOMPASIÓN.
Qué imbécil he sido el último mes.
Cuatro melocotones 3,49.